vivió sus primeros años en el campo, en Fuente Vaqueros, un pueblecito de Granada (España); aprendió música muy pronto, junto a su madre, y nunca perdió esa alegría de niño feliz que corretea de la mañana a la noche por un pequeño jardín familiar.
Federico siempre conservó estas imágenes primeras, por eso sus poemas serían más tarde una gran fiesta de color y de música. Una fiesta maravillosa a la que todos están invitados, incluso los niños.
La Tarara
La Tarara, sí;
la Tarara, no;
la Tarara, niña,
que la he visto yo.
Lleva la Tarara
un vestido verde
lleno de volantes
y de cascabeles.
La Tarara, sí;
la tarara, no;
la Tarara, niña,
que la he visto yo.
Luce mi Tarara
su cola de seda
sobre las retamas
y la hierbabuena.
Ay, Tarara loca.
Mueve, la cintura
para los muchachos
de las aceitunas.
Agua, ¿dónde vas?
Riyendo voy por el río
a las orillas del mar.
Mar, ¿adónde vas?
Río arriba voy buscando
fuente donde descansar.
Chopo, y tú ¿qué harás?
No quiero decirte nada.
Yo..., ¡temblar!
¿Qué deseo, qué no deseo,
por el río y por la mar?
(Cuatro pájaros sin rumbo
en el alto chopo están.)
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